domingo, junio 20, 2010

CaPiTuLoS DeL 13 aL 21 Y ePiLogO

CAPITULO 13

SOMBRA DE DUDA

la confianza no se regala en toda relacion es lo que mas cuesta ganarse y es lo que antes se pierde.

charlotte scarlett y maddy llegaron al perimetro vallado contemplada la cerca parecio un poco mas alta de lo que pensaron asi que charlotte penso en escalar lentamente y dijo que parecia que no habia nada ellas sentian emocion pero cada vez se ponia mas dificil la cosa scarlet trato de calmarse pero con la vida de ella y de petula en riesgo era horrores. a charotte le dolia todavia prununciar que damen era de scarlet entonces se empezaron a pelear y maddy pregunto que siguieran caminando asi que charlotte dijo que se fueran para la derecha pero scarlet deciio irse sola por la izquierda.

CAPITULO 14

PENSAMIENTO MAGICO Atrapado en tu propia mente en tu plan de huida aturdido con la duda scarlet y charlotte se empezaban a dar cuenta que e peor lugar en donde perderse era tu cabeza

todos se empezaban a dar cuenta que charlotte o estaba pero tartaban de ocultarlo para que en señor markov no se enterara asi que le dijeron que estaba enferma y que maddy estaba con ella pero por otro lado charlotte y mady fueron atras de scarlet y se internaron nuevamente en el bosque por el camino scarlet fue pensando y se dio cuenta de que se haia alejado de las personas que amaba como damen y que a lamejor peyula no lo queria. pero sin embargo damen estaba en el hospital preguntando por la salud de jovencita que venia del desfile.

CAPITULO 15

TAN BONITA Y TAN VACIA
hay gente convencida de que todo cuanto hace es genial y de que su aspecto es simpre fabuloso por mucho que no sea asi tiene la capacidad de animar a los demas aunque no se pueda animar asi mismo los narcicistas truncan la realidad y viven en la fantasia pero no es porque sufran un transtorno de personalidad si no es que son un producto de su propia cosecha. petula lo sabia desde hace mucho tiempo.

petula y virginia estaban en el hospital pero no sabian porque asi que derrepente escucharon unos pasos. scarlet veia una luz muy brillante y damen le gritaba que volviera seguro habia caido en una trampa pero prue la logro sacar de ahi y se echaron a reir. maddy y charlotte desearon que ojala y todo estuviera bien.
 CAPITULO 16

INSOLITO TRIANGULO AMOROSO

todos queremos lo que no podemos tener inclusive la mayoria de las veces lo deseamos porque sabemos que no esta a nuestro alcance

prue y pam pusieron al dia a scarlet y ella tambien les platico muchas cosasempezaron a platicar que maddy era muy mala compañia incluso porque por ella charlotte se habia separado de sus viejos amigos. damen siempre estuvo cerca de scarlette y cuando la metieron a bañar el se acerco a petula y empezaron habar en eso llego charlotte y maddy y vieron como damen la traia abrazada y maddy le dijo a charlotte ya viste como todavia a ama charlotte sintio cosa extrañas damen seguia tan guapo etonces tos su sentiiento se removieron pero maddy empezo hablar y hablar.damen quedo al alcance de charlotte y maddy le insinuo que lo besara pero ella penso en scarlet.

OPINION: HAY VECES QUE HAY COSAS MUY TENTATIVAS PERO POR MIEDO NO LAS HAECES PERO POR OTRO LADO ES MUY FEO ENCONTRARSE AL AMOR DE TU VIDA EN ESA SITUACION.

CAPITULO 17

EL MAÑANA NUNCA SABE

Y SIN EMBARGO EL MIEDO ES LO QUE NOS HACE SENTIR VIVOS CHARLOTTE SABIA QUE QUERIA RECUPERAR ALGO QUE LLEVABA EN SU INTERIOR

wendy y tomas se presentaron el hospital listas para matar y concentraron el petula, a charlotte y maddy les llamo la atencion verlas ahi damen sospecho algo asi que cuando se llevaban a petula a serle los estudios entonces la agarro y en eso maddy le dijo a charlotte que otra vez estaban juntos pero charlotte lo unico que queria era su tranquilidad aunque damen n estuviera con el
 
CAPITULO 18

SOLO OTRA VEZ OOO

SON LAS PALABRAS MAS TEMIDAS EN UNA RELACION Y SI LAS PRONUNCIAS O TE LAS DICEN ES PORQUE LA RELACION AH ACABADOSE ESTA FRAGUANDO UN ATERRIZAJE SUAVE PERO EL FINAL ESTA DECIDIDO.

PETULA Y virgina estabam platicando y por primera vez estaban de acuerdo sin embargo las wendys estan ablando sobre petula y vieron que ella y damen estaia juntos otra vez, despues en la clase de muertologia prue, pam y sacarlet tocaban la puerta par poder pasar y todos se quedaron asombrados sin embargo muchos le empezaron hacer preguntas de porque estaban ahi asi que prue les dijo que era porque charlotte estaba desaparecida entonces les dijo que dieran el primer paso para que las llevaran hacia ella nadie se animaba pero gary djo que el sabia asi que pidio autorizacion al amaestra y salieron corriendo.
CAPITULO 19

TODO EL MUNDO TIENE CORAZON,

EXCEPTO ALGUNAS PERSONAS

 
Una mirada vale más que mil palabras

Charlotte y Maddy se colocaron en el montacargas y descendieron hasta la planta baja junto con Damen y un carro de la limpieza que, a modo de sarcófago, contenía el cuerpo prácticamente inerte de Petula e iba cargado de una completa gama de productos limpiadores, fregonas, escobas, trapos, toallas de papel, papel higiénico y bolsas de basura. A Charlotte se le ocurrió pensar que no era una cámara funeraria precisamente glamurosa para tan noble personaje.

Damen salió del montacargas empujando el carro y se encaminó hacia las puertas batientes traseras de la entrada de servicio. El carro no estaba diseñado para transportar semejante peso, y podía sentir cómo las ruedas se combaban hacia dentro, dificultando las maniobras.

Nadie parecía darle la mayor importancia a este hecho cuando reparaban
en el joven vestido de celador bregando con la pesada carga. El hospital era un lugar donde el personal de limpieza del escalafón más bajo se movía en el anonimato, y la batalla de Damen con el carro apenas si llamo la atención de nadie, con la excepción, pensó Damen, de su pasajera, inconsciente en el interior de la bolsa de lona que él transportaba por el edificio.

En ese momento, Prue reparó en el rastro visible de Petula, su camisón del hospital, que yacía arrugado en el suelo. Empezó a reunir pistas. Se percató del que el historial de Petula seguía prendido en la cama. No estaba cerrado, lo que significaba que Petula ni había sido dada de alta ni había muerto. Finalmente, cogió sus extensiones de pelo de encima de la mesilla de noche. Le mostró la prueba a Scarlet.

Scarlet se acercó a la parte de la habitación que ocupaba Petula y la inspeccionó. Los alrededores de la cama mostraban un aspecto muy similar al de su dormitorio después de una serie de apresurados cambios de ropa previos a una cita. Reparó en unos leves restos de un tono de maquillaje y de sombra de ojos desconocido en la almohada y percibió el olor casi imperceptible de una fragancia verdaderamente apestosa que sólo podía pertenecer a una persona, o más bien a dos.

Y entonces descubrió la pista más importante de todas. El Vestido de Baile de

Bienvenida de Petula también había desaparecido. O bien Petula estaba muerta y enterrada con él, o bien…
Todo el mundo se mordía las uñas por conocer la noticia, todos salvo los antiguos alumnos anti-Petula y las pretendientes a reina del Baile de Bienvenida que llevaban, como ella, arañando votos todo el año. Si Petula se quedaba fuera, cualquiera podía ganar. Pero su regreso abocaba a las demás a una derrota segura, sobre todo por la extra de compasión que iba a recibir después de superada la muerte y demás.

A la llegada de Damen y Petula, se abrió la puerta del aparcamiento del instituto, tal y como la había hecho siempre para la Pareja Presidencial de Hawthorne. Damen aminoró la marcha al pasar junto a la caseta y saludó al vigilante levantando el pulgar.
Damen aparcó en una plaza reservada situada al pie del mismo de la alfombra roja.

Cuando menos hubiese que andar, mejor. Salió y saludó a la muchedumbre de

fotógrafos que esperaban ansiosamente su llegada. Rodeó el coche, impidiéndoles la

vista de Petula lo máximo posible, y con suma delicadeza la cogió en brazos y la sacó del interior, asegurándose de que su cabeza quedara apoyada contra su hombro. Se giró, sosteniendo a Petula en sus brazos como si fuera una novia a punto de cruzar el umbral, y permaneció quieto durante unos segundos mientras a su alrededor destellaban los

flashes y el gentío exclamaba complacido.

Te lo puedes creer? -dijo Maddy restregándole a Charlotte en las narices la adoración que levantaba el dúo Petula-Damen--. ¿No son geniales?

 
La exagerada sonrisa y ojos saltones de Petula resultaban una manifestación de emoción de lo más particular, así lo comentaron entre ellos los cazainstantáneas, pero había que tener en cuenta que era un día muy especial para ella. Un reencuentro muy especial, no sólo con Damen sino también con su estatus en Hawthorne. Damen, por otro lado, tenía puestas sus esperanzas en otro reencuentro, más suyo.

Está plantando totalmente a tu amiga a cambio de su hermana comatosa. Charlotte se sentía estupefacta. Todo aquello estaba sucediendo realmente. Damen y Petula juntos de nuevo, monopolizando el foco de atención, absorbiendo los elogios, como siempre, y Charlotte relegada a un segundo plano, completamente


invisible, como siempre.

Todo el mundo les gritaba preguntas y Damen apenas podía pensar. Abrigaba la

esperanza de que con este primer gran estallido de admiración ella empezaría a

despertar, pero no movió ni un músculo. Si de algo estaba seguro era de que no podía permanecer más tiempo allí. Tenía que seguir adelante.

--Nada de entrevistas, por favor -vociferó Damen mientras recorría la alfombra a toda velocidad y entraba en la zona restringida donde estaban aparcadas las carrozas del desfile del Baile de Bienvenida.

CAPITULO 20

DIVINA COMEDIA

Este mundo es una comedia para quienes piensan,
Y una tragedia para quienes sienten.
Mejor ella que yo.
Dicen que la comedia es una tragedia que le sucede a otro.
Buscamos lo cómico en la desventura de los demás
sobre todo como mecanismo de defensa, pero existe un
límite. La muerte no es cosa de risa. Comoquiera que
ahora desfilaba ante ella, una vez más, cuanto siempre
había deseado y después cedido de mala gana,
Charlotte empezaba a tener la sensación de que todo
Aquello no era más que una gran broma cósmica con
Una única víctima: ella.

Las Wendys avanzaron de puntillas por el pasillo del hospital buscando la salida más rápida, y menos obvia. Deambular por el hospital con aquellos trajes tan ajustados y zapatos de tacón no es que fuera precisamente el más discreto de los medios de transporte, pero no había más remedio. Necesitaban salir del hospital y estar en Hawthorne ya mismo, de modo que ocultarse a plena vista les pareció una sabia estrategia.

Damen lanzó una mirada asesina a la pareja, y a Josh en particular. En el fondo, toda la historia esta de Petula era culpa suya. “Pero ¿quién deja tirada a una chica hecha polvo en el camino de entrada a su casa y se pira?”, pensó Damen. Petula tampoco es que fuese una santa, pero a su laso parecía la Madre Teresa.

Las Wendys no tenía carroza, sólo unos rutilantes descapotables deportivos de color rojo Carmelo, que de momento se veían desocupados. Eran de un buen gusto sorprendente, pero tan parecidos el uno al otro, que sólo se podía deducir que pretendían dividir liberadamente el voto, para así garantizar a Petula el primer puesto en el recuento final.

Petula había optado también por el enfoque discreto, exceptuando el color rosa chillón

de su Corvette. No le gustaba nada ni nadie la eclipsase, ni siquiera su propia carroza,

de modo que el tono de la pintura del coche había sido meticulosamente con su vestido.

Damen sentó a Petula sobre el respaldo del asiento trasero del descapotable y se colocó a su lado, sonriendo a la muchedumbre mientras la sujetaba como un ventrílocuo a su marioneta. La agarró del codo y, elevándolo, flexionó el brazo adelante y atrás, a modo de saludo. Empezó a sudar un poco a la vez que un sentimiento de pavor auténtico empezó a arrugar la sonrisa falsa que se había fabricado para él.

Damen lanzó una mirada asesina a la pareja, y a Josh en particular. En el fondo, toda la historia esta de Petula era culpa suya. “Pero ¿quién deja tirada a una chica hecha polvo en el camino de entrada a su casa y se pira?”, pensó Damen. Petula tampoco es que fuese una santa, pero a su laso parecía la Madre Teresa.

Las Wendys no tenía carroza, sólo unos rutilantes descapotables deportivos de color

rojo Carmelo, que de momento se veían desocupados. Eran de un buen gusto

sorprendente, pero tan parecidos el uno al otro, que sólo se podía deducir que pretendían dividir liberadamente el voto, para así garantizar a Petula el primer puesto en el recuento final.
Damen sentó a Petula sobre el respaldo del asiento trasero del descapotable y se colocó a su lado, sonriendo a la muchedumbre mientras la sujetaba como un ventrílocuo a su marioneta. La agarró del codo y, elevándolo, flexionó el brazo adelante y atrás, a modo de saludo. Empezó a sudar un poco a la vez que un sentimiento de pavor auténtico empezó a arrugar la sonrisa falsa que se había fabricado para él.

¿Y si Petula moría en el campo de batalla? El responsable sería él y seguramente lo acusarían de secuestro y asesinato. En segundo grado, como mínimo. Caso cerrado. Podía contar con que las Wendys llegarían a un acuerdo para testificar en su contra, aunque se le ocurrió que tampoco les había importado verse citadas en los periódicos como elementos “accesorios” del delito. Y él lo perdería todo: su libertad, su futuro, y lo más importante de todo, a Scarlet.

Se imaginó protagonizando uno de esos reportajes especiales de los programas

informativos en los que retratan criminales y donde exhortan al telespectador a

preguntarle a su televisor: “¿Qué clase de persona sería capaz de hacer algo así?”. A

pesar de la crisis autorrecriminatoria, ya no había marcha atrás. Le hizo una señal al

chófer para indicarle que estaban listos, y arrancó la procesión. El coche de Petula era el último de la caravana.

Charlotte y Maddy se colaron en el asiento de atrás y miraron a la pareja.

-¿Por qué no te subes ahí con ellos?- sugirió Maddy-. Mira a toda esa gente.

Charlotte no había visto nunca a Maddy tan embelesada, algo del todo sorprendente

puesto que no la consideraba una persona en exceso sociable ni del tipo sentimentaloide capaz de llegar al éxtasis con un desfile de Baile de Bienvenida.

-Puede ser divertido- dijo Charlotte, tratando en vano de disimular las ganas.

Sentarse en lo alto del respaldo del asiento trasero con ellos fue toda una experiencia. Los gritos de la muchedumbre, los motores tuneados rugiendo, los cláxones pitando, la música atronadora, todo era escandalosos y alegre. Era emocionante.

Damen procedió a mover el brazo de Petula en uno de esos típicos saludos que agradan a la multitud y fijó en su propio rostro una enorme sonrisa permanente. Mientras los coches daban vueltas por la pista, Charlotte se sintió abrumada por los gritos de ánimo y los piropos que le lanzaban desde las gradas. No le hizo falta imaginarse lo que sería estar en aquel coche, junto a Damen. Estaba allí. Ahora.



Charlotte ya no podía oír la voz de su conciencia. La única voz que parecía llegarle a través del griterío ensordecedor era la de Maddy.

-Es tan increíble lo que se está haciendo por ella. Deber estar verdaderamente enamorado de Petula.



-Lo estuvo una vez- corroboró Charlotte-. Pero pensaba que eso ya era historia.

-Tú puedes frenar todo esto, Charlotte. Puedes haceros regresar a Petula y a ti.
Cada chica era presentada por los altavoces y aplaudida educadamente por el público

conforme su coche se aproximaba a la tribuna, pero la multitud estalló extasiada cuando el coche de Petula llegó a la altura de las gradas. Charlotte disfrutó del baño de

multitudes mientras Petula era presentada con la lectura de su minibiografía- Petula la había escrito de su puño y letra para la ocasión- por sistema de megafonía:

PETULA KENINGTON ES ALUMNA DE ÚLTIMO CURSO DE HAWTHORNE
Damen, el cual, a su vez, tenía agarrados a Petula y al reposacabezas del Corvette y se

preparaba frenéticamente para no sabía muy bien qué. Charlotte casi podía ver los

segundos pasar en tanto las pupilas de Scarlet y Damen se dilataban, más y más, en

respuesta a la histeria creciente de la multitud y a su propia desesperación, también en

aumento. Ya había escuchado suficiente. También ella debía sincerarse de una vez por

todas. La calma y sosiego espirituales que alcanzara en el Baile de Otoño el año anterior

la embargaron de nuevo, y Pam, como siempre, fue la primera en percatarse del cambio en su expresión.
Charlotte sonrió confirmando la teoría de Pam.-Y sabías que eligiera el camino que eligiera Maddy, yo cogería la dirección opuesta -dijo Scarlet.

-Sí, reconozco que contaba con tu Trastorno Negativista Desafiante —dijo Charlotte soltando una risita.

-Entonces, lo de ir por ahí deprimida, lo de la posesión de Petula y todo lo demás -

preguntó Prue-, ¿era todo fingido?

-No del todo- reconoció Charlotte con sinceridad y algo avergonzada-. Que conociera

las intenciones de Maddy no significa que no me sintiera tentada. Me ofreció todo lo

que echaba de menos, todo lo que deseaba. Costaba resistirse... y a punto estuve de no

hacerlo.



A Damen le entró el pánico, pero no tenía la menor intención de irse de allí. Había estado a punto de hacerla regresar, y el único as que le quedaba en la manga era la coronación. Si eso no funcionaba, lo que pudiese ocurrirle a Petula tampo¬co es que fuera a empeorar mucho más la situación, ya estaba medio muerta.



-Nos quedamos aquí así esto acabe conmigo -dijo Damen mientras el brazalete del

tobillo seguía monitorizando cómo la vida de Petula se iba apagando-, o contigo.

De pronto aparecieron las Wendys, que, al volante de sus bólidos color cereza, se

aproximaban a toda velocidad para ver a Petula. Cuando estuvieron a la altura de su

coche, aminoraron la marcha y comprobaron que las cosas no le pintaban nada bien.

-Dame eso- ordenó Damen, señalando con el dedo el lazo que Wendy Anderson llevaba atado al cuello.

Sin pensárselo, Wendy se lo lanzó de mala manera y él lo enrolló alrededor del monitor para ahogar el implacable pitido intermitente que parecía la cuenta atrás para un

tristísimo final.



El lazo permaneció prendido al monitor durante un rato y luego salió volando del coche y fue a aterrizar en el suelo.

-Deprisa -chilló Scarlet, consciente de lo crítico de la situación-. Tenemos que dar con el espíritu de Petula inmediatamente.

Charlotte recogió el lazo del suelo y se lo metió en el bolsillo como recuerdo de una noche inolvidable.

OPINION: APESAR DE QUE ESTUBO REÑIDA LA COMPETENCIA PUDO PASAR ALGO BONITO EN ESTE LIBRO

CAPITULO 21

NOS CONVERTIMOS EN SILUETAS

Sólo sienten desamor quienes

antes han sido amados

Cuando has amado, tu alma no lo olvida, por mucho que sí lo haga tu

mente. El amor pasa a formar parte de tu ADN, tu esencia. Es sabiduría

y pensamiento, arraigados en lo más íntimo del corazón y del alma. Y ello

puede ser una bendición y una maldición. No hay forma posible de rellenar el vacío, ni tratamiento eficaz contra el dolor persistente del

amor perdido, salvo su regreso.

Gary estaba apostado en el pasillo, junto a la puerta de la habitación de Scarlet, cuando llegaron Charlotte, Scarlet, Pam y Prue.

-¿Se puede saber dónde estabais? -dijo frenéticamente -. Tengo que regresar.

-Gracias por esperar -dijo Scarlet -, y por echarme un ojo. De verdad que acabas de reciclar mi fe.

Gary soltó una carcajada y reparó en la desconocida que se había unido a la manada.

-Tú debes de ser la Famosa Charlotte.

Charlotte asintió. Ese apodo le gustaba bastante.

-He oído hablar mucho de ti y tus compañeros de clase -dijo Charlotte -. Gracias por vuestra ayuda.

-¿Has encontrado la oficina de ingresos? -preguntó Prue.

-Sí -respondió Gary -. Yo estoy listo, así que cuando queráis.

Scarlet se asomó a la habitación y se echó un vistazo. Tenía mal aspecto. Petula no era la única a la que se le agotaba el tiempo.

-Lista -dijo, y todas siguieron a Gary escaleras abajo.

Por el camino, Charlotte y Scarlet tuvieron oportunidad de hablar, de dejar al lado sus diferencias, aun cuando aparentemente estuviera ya todo perdonado.

-Antes, en el Baile de Bienvenida, no he sido del todo sincera contigo -admitió Charlotte.

-¿A qué te refieres? -preguntó Scarlet.

-Pues verás, sí que es cierto que desde el principio intuía que Maddy no era trigo limpio

-dijo Charlotte -, pero aun así destapo algo que ocurría en mi interior. Ver a Damen de nuevo, contemplar a Petula en el baile de bienvenida…, unos minutos más y

probablemente habría caído en su trampa.

-A mí lo único que me importa es que llegado el momento de escoger entre hacer lo

correcto o lo equivocado -la tranquilizó Scarlet -, decidiste hacer lo que era correcto.

-Supongo -contestó Charlotte -. Pero no es sólo eso.

-Te escucho.

Ahora Charlotte hablaba tanto para Scarlet como para sí misma.

-Hace tiempo que trato de hacerme a la idea de que voy a estar atrapada aquí para siempre -dijo Charlotte compadeciéndose un poco de sí misma -. La plataforma telefónica, el apartamento, las literas, la iluminación, los ascensores, no son más que pequeñas ilusiones del pasado, sombras en realidad, creadas para que no nos

desorientemos. No lo comentamos entre nosotros, pero todos lo sabemos.

Scarlet cerró los ojos un instante, le entristecía el destino de Charlotte y, a la vez, se sentía culpable por poder regresar a su casa, recuperar su vida.

-Nunca iré a la universidad, ni me enamoraré, ni podré casarme, Scarlet -continuó su letanía con tono contemplativo.

-Si alguien puede dar con la manera de que te enamores en ese lugar, ésa eres tú -dijo

Scarlet.

Charlotte esbozó una sonrisa forzada.

-Míralo así -dijo Scarlet, restando seriedad al asunto por un momento -. No vas a tener

que pagar alquileres, ni divorciarte, ni menos aún pasar la menopausia.

Charlotte se echó a reír. Siempre podía contar con Scarlet para sacarle los defectos a

todo.

Dejaron de andar y siguieron hablando, mirándose a los ojos.

-A lo mejor por eso no recibo llamadas en la plataforma -añadió Charlotte -. Si ni yo misma logro tener las cosas claras, menos aún voy a poder aclarárselas a otro.

-Ya, te entiendo -dijo Scarlet, pensando en lo que acababa de hacer sólo por su novio.

-Supongo que ya estoy resignada a perderlo todo -dijo Charlotte -. Pero no veo cómo voy a resignarme a perderte a ti otra vez.

-Tal vez no debieras -dijo Scarlet -. Porque, lo que es yo, no pienso dejarte ir.

Charlotte sabía que hablaba completamente en serio. Ahora llevaban vidas distintas; es más, siempre había sido así, pero la fuerza que las atraía era aún más intensa que la que las separaba.

Petula y Virginia habían estado contándose anécdotas y riendo, pasando el rato tan

entretenidas que casi olvidaron que seguían esperando para irse. La diversión y los

juegos fueron interrumpidos bruscamente por el sonido de unos pisotones provenientes, una vez más, de algún punto alejado del pasillo.

-Vuelvo a oír pasos -dijo Virginia muy nerviosa -. A lo mejor ya es hora de irnos.

Petula también los oía, pero le parecieron más producto de una miniestampida que los



andares de una enfermera.

-A lo mejor -dijo Petula con inquietud.

Ahora los pasos se acercaron más y más, hasta que pudieron oírse justo al otro lado de la puerta.

-Ya está -susurro Petula mientras apretaba con fuerza la mano de Virginia.

-Ya está -dijo Gary empuñando el pomo de la puerta y haciéndolo girar.

La puerta se abrió de par en par como si un grupo especial de asalto la hubiese tirado

abajo.

-¡Pero qué…! -chilló Petula cuando vio entrar como una exhalación a una pandilla de desconocidos seguidos de cerca por su hermana.

-¡Petula! -gritó Scarlet con un sentimiento de júbilo y felicidad que no había sentido por su hermana desde que eran niñas.

-¡Scarlet! -chilló Petula con igual entusiasmo.

Las hermanas corrieron la una al encuentro de la otra y, justo cuando estaban a punto de

fundirse en un monumental abrazo, vacilaron y se pusieron a dibujar círculos una

alrededor de la otra, con los brazos abiertos suspendidos en el aire, abrazando la nada.

-Te has tomado tu tiempo -se quejó Petula. Luego miró a un lado y vio a Charlotte -.

Yo a ti te conozco -dijo con cautela -. Eres la chica que murió en el instituto y luego me secuestró.

-Charlotte -dijo Charlotte débilmente.

Se quedó boquiabierta por espacio de unos segundos al comprobar que Petula la había

reconocido. Incluso ahora, un reconocimiento así seguía siendo un halago para ella.

-Pero si tú estás aquí -razonó Petula, señalando a Charlotte -, entonces es que estoy

muerta.

-No del todo -dijo Scarlet, mirándola con compasión -. Pero…

-Casi -remató Charlotte.

-A tu vida -dijo Scarlet con sinceridad -. Has de regresar junto a los que quieres y te…

quieren.

Durante todo este rato, Virginia las estuvo observando desde el otro extremo de la

habitación, junto a la mesa vacía. Ella también había aprendido a apreciar a Petula, a su manera, y le alegró comprobar que estaba a salvo.

-¿Quién eres? -le preguntó Scarlet a la niña.

-Eso es información privilegiada.

-Ya veo que has estado hablando con mi hermana -se rió Scarlet subrayando su actitud.

Petula sonrió a Virginia rápidamente, para evitar que nadie más la viera. Estaba

orgullosa de su protegida y de la impresión que a todas luces le había causado en tan

poco tiempo.



-No pasa nada -la tranquilizó Petula, medio en broma -, puedes cooperar.

-Soy Virginia -dijo acercándose a cada una de las chicas y tendiéndoles la mano con educación -. Encantada de conocerme.

Todas comentaron lo joven y bonita que era, y Petula se sintió un poco celosa, si bien insólitamente orgullosa a un tiempo. Una vez hubieron acabado con las cortesías, Scarlet le susurró a Petula que debían ponerse en marcha.

-Bueno, ya está bien de tanta charla -dijo Petula -. Tenemos que irnos. Virginia, ven conmigo.





En ese preciso momento, se abrió la puerta trasera de la oficina y una vieja enfermera de aspecto desaliñado pasó al interior y fue a sentarse a la mesa. Traía consigo un

expediente, abrió la carpeta y le echó un vistazo.

-Virginia Johnson -dijo -. ¿Hay aquí alguna Virginia Johnson?

Todos se quedaron petrificados. Petula tardó un segundo, pero hasta ella empezó a deducir lo que allí estaba pasando.

-Virginia -insistió Petula -. Ven con nosotros.

La niña quería correr hacia ella, pero no lo hizo, comprendiendo de forma instintiva lo que Petula se negaba a aceptar.

-No puede venir con nosotros -dijo Pam lastimeramente.

-Oh - dijo Petula con la voz tomada por la emoción.

-Petula - la urgió Scarlet, tratando de controlar ella también la angustia que le atenazaba la garganta.

-No. No. No. No. No, por favor -imploró Petula -. Me quedaré.

Era la primera vez que Scarlet veía a Petula hacer semejante gesto de altruismo. Incluso logró conmover a Pam y Prue, y eso que ellas ya hacía mucho tiempo que habían dejado atrás sus emociones y el dolor del desconsuelo y la pérdida.

-Escucha -le dijo Prue con delicadeza y firmeza a la vez -. Si no nos vamos ya, no tendrás elección.

-Por favor, tengo miedo -gimoteó Virginia -. Quiero irme contigo.

Petula rompió a llorar. Pam y Prue la consolaban mientras ella extendía los brazos en el aire frío y vacío de la habitación, tratando en vano de alcanzarla.

-Virginia Johnson -volvió a llamar la enfermera, impasible.

La niña miró a Petula en busca de orientación, y a través de las lágrimas Petula reunió el ánimo suficiente para recomponerse y darle a Virginia el mejor de los consejos.

-Todo irá bien -le dijo.

-Soy yo -contestó la niña al fin a la llamada de la enfermera, los ojos clavados en los de Petula, buscando consuelo.

-Ojalá tuviese alguna forma de reconfortarla -sollozó Petula -. Algo que darle.

Charlotte se acercó a Petula, se metió la mano en el bolsillo y extrajo el lazo.

-Dale esto -dijo -. De todas formas creo que es suyo.

-Gracias -le dijo Petula a Charlotte sinceramente agradecida.

Petula se acercó a Virginia y la abrazó como si ya nada pudiera separarlas jamás. Sacó el lazo y empezó a arreglar el pelo, surcando su melena con los dedos muy despacio,

arriba y abajo, para finalmente recogérselo en una trenza y prenderla a la perfección con el lazo azul eléctrico.

-Siempre serás hermosa -dijo Petula, obsequiando a la niña con el mejor elogio que podía invocar.

Se volvieron a abrazar las dos, cada una tratando de ser fuerte para la otra.

-Y siempre seré joven, también -bromeó Virginia entre lágrimas.

Mientras Petula se reía agitadamente entre lágrimas, Charlotte se acercó a ellas e hizo un ademán en dirección a la enfermera.

-Es la hora -dijo.

Todos miraron con atención mientras Virginia andaba hasta la mesa, rellenaba los papeles necesarios y cogía su etiqueta.

-¿Y ahora dónde voy? -preguntó la pequeña inocentemente.



Charlotte miró a Virginia a los ojos y leyó en ellos el pesar con el que ella estaba familiarizada.

-Te acompaño -se ofreció haciendo un gesto de asentimiento a Petula para que dejara de preocuparse.

-Mi amiga Charlotte cuidará muy bien de ti -dijo Petula.

Jamás había imaginado Charlotte que viviría lo suficiente para escuchar aquellas

palabras de labios de Petula, pero todo llega para el que sabe esperar, pensó.

-Asegúrate de que recibe el tratamiento estrella.

-Lo haré -prometió Charlotte -. Lo mejor de lo mejor.

-Ojalá pudiera quedarme -dijo Petula, abrazando a Virginia una última vez.

-Una persona muy sabia me dijo en una ocasión -explicó Virginia -que a veces tienes que renunciar a ciertas cosas.

Petula sonrió, le hizo un gesto de despedida con la mano y, dando media vuelta, se dirigió hacia la puerta con Pam y Prue.

-Es la hora, Virginia -dijo Pam -. Vas a llegar tarde a clase.

-¿A clase?

-Sí, Virginia, la Otra Vida existe -dijo Scarlet, tratando de arrancarle una sonrisa.

-Pero tampoco está tan mal -dijo Charlotte, dirigiéndole a Scarlet una sonrisa. Scarlet se volvió hacia Pam y Prue.

-¿Cómo agradeceros todo lo que habéis hecho por mí?

-No es nada -contestó Pam -. Tú sólo mantente en tu lado de la carretera durante un tiempo, ¿de acuerdo?

-Nos vemos en tus pesadillas -añadió Prue.

-No si yo te veo antes -bromeó Scarlet.

-Y a ti te veo en el trabajo -zanjó Prue, diciéndole adiós a Charlotte con la mano.

Se les acababa el tiempo. Scarlet se acercó a Charlotte para despedirse de ella también.

-Jamás te habría traicionado -dijo Charlotte -. Lo sabes ¿verdad?

-Pues claro.

-Es curioso -comentó Charlotte -, cuando estaba dentro de Petula, tratando de echar a Maddy, pude oír a la multitud gritando su nombre, sentir su cuerpo y verlo todo a través de sus ojos aun cuando sólo fuera durante esos instantes.

-No tienes que justificarte conmigo.

-Pero en lugar de desear ser ella -continuó Charlotte -, me alegré de ser yo. Eso de que te miren, te juzguen, te escudriñen constantemente personas que ni siquiera conoces, y que en el fondo están deseando que falles… -añadió Charlotte -, no era lo que yo

pensaba que sería. Petula es una chica fuerte.

-Para todo hay una primera vez -dijo Scarlet jovialmente.

Se alegraba de que su mejor amiga se sintiera por fin contenta y en paz.

-¿Cómo me despido de ti otra vez?

-No lo hagas -dijo Charlotte -. Sé dónde encontrarte.

-¿Y eso qué es? ¿Una promesa? -Sonrió Scarlet -, ¿o una amenaza?

Las chicas se abrazaron y se besaron en las mejillas, consolidando así un vínculo que, ni la vida antes, ni la muerte ahora, habían logrado romper.

Scarlet fue a reunirse con Petula, se giró para mirar a Charlotte y Virginia una última vez y salió de la habitación.


 
Hablar es barato. Si no lo fuera, la gente tal vez dejaría de lanzar «te

quieros» a diestro y siniestro como si fuese una frase rebajada en un

cajón de la sección de oportunidades. Ser tacaño con los sentimientos,

guardarse de expresarlos hasta el instante propicio, debería concederles

más valor a ojos de aquel con quien finalmente te sinceras, por mucho

que tarde en llegar ese momento. Si estás con la persona acertada, es

una inversión que merece la pena. La pega es que, a veces, esteras tanto

para escuchar esas palabras que acabas roto por dentro.

Y la ganadora es… ¡Petula Kensington! -exclamó el maestro de ceremonias.

El espíritu de Petula regresó a su cuerpo en el mismo momento en que se anunciaba su victoria. Tan mayúsculo era el alboroto que nadie se percató del cambio, salvo Damen, que sintió cómo su cuerpo volvía a estremecerse con una sacudida.

-¡Has vuelto! -Damen se sintió aliviado al ver que no iba a tener que acarrear con un peso medio muerto para reclamar la corona, aunque también se estremeció ante la idea de que Petula pudiese intentar lo del beso otra vez.

-¡Y tú! -Petula se colgó de su brazo y continuó caminando sin perder el paso.

-La verdad es que sólo he venido a ayudarte para que Scarlet pueda regresar.

-La acabo de ver. Dios sabe dónde -dijo Petula-. Está bien.

-¡Tengo que volver al hospital!

-Por lo menos acompáñame a recoger la corona. Es sólo un momento.

Damen rió, asintió y escoltó a Petula hasta el podio montado en el recinto de ganadores como un jockey a su purasangre, y allí contempló cómo la reina del año anterior la coronaba apresuradamente. La multitud estaba como loca. Petula volvía a tener la

corona donde le correspondía estar, sobre su oxigenadísimo peinado.

-¡Oh, pero antes de que te vayas, qué tal uno para el anuario! -dijo Petula antes de

plantarle a Damen un besazo en los labios delante de las cámaras.

Damen ni siquiera se molestó un poco. La vieja Petula de siempre había vuelto. Ella

adivinó instintivamente la foto que buscaban los foteros y se la dio. Le rodeó el cuello

con los brazos, volvió a inclinarse contra él y le susurró en el oído. Él intentó apartarla

esta vez, pero se demoró un segundo, sorprendido por lo que acababa de escuchar.

-Gracias -dijo Petula con ternura.

Era lo más sincero que le había dicho jamás. Se sintió absuelto, y con más prisa que antes por reunirse con Scarlet.

Mientras los jugadores de fútbol salían al campo, Petula volvía a concentrarse en lo

suyo, haciéndole a un lado y posando ella sola con su corona, a la vez que se aseguraba de que las Wendys quedaran fuera del campo de visión de las cámaras. Damen se

escabulló sin que la marabunta lo notase apenas.

Antes de que pudiera escabullirse del todo, Josh se acercó a él y le bloqueó el paso.

-Hombre, Dylan -dijo tendiéndole la mano de manera afectada-. Sólo quería darte la enhorabuena.

Damen se apartó para sortearle; los deseos de regresar junto a Scarlet y tenerla en sus brazos habían relegado a un segundo lugar la rabia que escasos minutos antes había sentido hacia él. Pero Josh volvió a interponerse en su camino.

-Tu novia al menos sí que sabe ganar. No como tú y tu patética defensa de la temporada

pasada.

-¿Te han dicho alguna vez -empezó a decir Damen muy despacio- que la mejor defensa es un buen ataque?

Damen cerró el puño de su mano derecha y le atizó un directo a la boca, tumbándole.

-No te ofendas -se burló para rematar la faena.

Él no era un tipo por naturaleza violento, pero tumbar a Josh, bueno, le sentó… genial.

Conforme estaba saliendo del campo vio un rostro familiar que corría en dirección

opuesta. Era Kiki. Probablemente se habían enterado de que Petula y su milagroso

vestido habían logrado llegar a tiempo al Baile de Bienvenida después de todo.

Mientras corría iba gritando el nombre de Petula y algo más que no pudo entender del

todo debido al clamor de la multitud y al hecho de que estuviera llorando de alegría,

obviamente.

Era algo así como «está viva» o «¡VIVE!». Damen se rió por sus adentros mientras se volvía para ver cómo se abrazaban cariñosamente, y concluyó que cualquiera de las dos frases podía aplicarse perfectamente a Petula.

El clamor de la multitud no cesó hasta un bues rato después de la proclamación.

Petula comprobó el estado de su corona, se la recolocó y ene se instante un consejo que le había dado Virginia. Según ella, las reinas salientes siempre querían sabotear el gran momento de la nueva reina, y por eso acostumbraban a colocar la corona torcida.

Cerró los ojos y se concentró en su pequeña amiga, tratando con todo su corazón y toda su alma de compartir aquella victoria con ella.

Concluía la ceremonia en su honor, Petula se arrancó el monitor del tobillo, y todos los

presentes interpretaron el gesto como una señal de que ahora ya estaba lista para irse de la fiesta.

Una mezcla de admiración y odio, emanaba de cada una de las chicas que ocupaban las

gradas, llovió sobre Petula conforme daba la vuelta de honor, sonriendo y saludando de

forma condescendiente como si nada hubiera pasado. Su efusividad tenía sobrecogidas a

las Wendys.

-¿Tú crees que será la dieta del coma? -se preguntó en voz alta Wendy Anderson con

retintín.

-Puede ser -dijo Wendy Thomas-. Lo probaremos para el baile de fin de curso.

Petula se volvió y contemplo a las Wendys, allí detrás, siguiéndola resentidas en sus

coches.

Era justo como siempre había soñado que sería.

Damen entró a la habitación y se acercó intranquilo a la cama de Scarlet. Se la encontró

tumbada, muy quieta, y para él eso no era una buena señal. No era lo que esperaba. Al

inclinarse sobre ella, pudo sentir su respiración en la mejilla. Ya no era tan trabajosa

como lo había sido, se acercó aún más y rozó suavemente con sus labios los de ella.

-¡Tienes pintalabios en la boca! -dijo Scarlet con los ojos todavía cerrados. Damen, sobresaltado del susto, se apartó de la cama de un brinco.

-¿Qué?, no podías esperar a que se enfriara el cuerpo, ¿eh? -dijo Scarlet abriendo lentamente los ojos.

-¡Scarlet! -exclamó él mientras tomaba su rostros entre las manos y la besaba, luego se apartó para contemplarla-. No me vuelvas a abandonar jamás.

-Ahora sabes cómo me siento cuando te vas a la universidad y no estás aquí -le contestó con una sonrisita, sintiéndose un poco grogui aún.

-Todavía no me creo que la hayas encontrado. ¿Quién iba a pensar que Petula tuviese

alma?

Ella se echó a reír y levantó la vista hacia él, sus ojos avellana brillantes de alivio por estar con él de nuevo. Una lágrima solitaria brotó de los ojos de Damen.

-¿Es eso una lágrima?

-Sí, pero es una lágrima de hombre.

-Ya, pues sólo te falta ponerte perfilador masculino, aunque bien pensado tampoco estaría tan mal.

Damen envolvió el rostro de Scarlet entre sus manos. Y al mirarse a los ojos, la sonrisa dibujada en sus caras se desvaneció.

-¿Le has dado un beso a Charlotte de mi parte? -preguntó Damen, sintiéndose en deuda con Charlotte por haberle devuelto a Scarlet.

-Yo no doy besos a las chicas -respondió Scarlet con sarcasmo, pero sabiendo lo mucho que significarían para su amiga las palabras de Damen.

-Yo sí -dijo Damen besándola suavemente.

-¿Cómo? ¿Arriesgo mi vida, cruzo al otro lado, traigo a mi hermana de vuelta, y está es toda mi recompensa?





-Scarlet -dijo Damen sinceramente, mientras acariciaba la pial de popcelana de su mejilla con el pulgar.

-¿Qué?

-Te… quiero -dijo él recalcando cada palabra.

-¿Y sólo ha hacho falta que haya estado a punto de morirme para sacártelo -le susurró al oído mientras lo abrazaba-. Yo también te quiero -dijo Scarlet, y le besó como si su vida dependiera de ello.

Charlotte escoltó a Virginia hasta es aula de Muertología, cruzando primero la Escuela de Educación Básica de Hawthorne a la que asistía y atravesando después los conocidos pasillos del instituto anejo.

-Me alegra haberlo visto por lo menos -dijo Virginia apenada refiriéndose al bastión de educación segundaria.

-Ya, bueno -dijo Charlotte con ternura, evocando los años que había pasado allí y

tratando de restarle dramatismo a la presente situación-, tampoco era para tanto.

Virginia apreció la sensibilidad de Charlotte, pero la melancolía que detectó en su rostro le dijo que tal vez no había sido del todo sincera con ella.

-¿Sabes qué? Cuando mi amiga Pam me acompañó hasta aquí la primera vez, trató de

hacerme reír porque yo estaba muy nerviosa -dijo Charlotte, haciendo verdaderos

esfuerzos por reconfortarla-. Me dijo: «Mira el lado positivo, ya no tendrás que depilarte

nunca más».

Virginia pensó que tenía su gracia, pero entonces cayó en cuenta de que ella nunca se había depilado y de que, ahora, ya no lo haría jamás. Charlotte se desvivía por que ella se sintiera mejor, así que embozó una sonrisita para aliviarla. Mientras recorrían el pasillo que desembocaba en el vestíbulo principal, Virginia estaba ansiosa por cambiar de tema, y entonces reparó en algo que le venía que ni pintado.

-¿No eres tú esa de ahí? -preguntó, señalando la vitrina de trofeos del instituto.

Charlotte se detuvo un segundo y contempló su foto del anuario y su necrológica, en el

centro de la vitrina, rodeadas de trofeos deportivos, académicos y matemáticos, y de las

fotografías de clases de alumnos de las distintas promociones, tal y como le había

contado Scarlet. Al pie de su retrato se podía leer: «Su recuerdo vivirá por siempre en

estos pasillos».

No se veía a sí misma, ni viva ni muerta, desde hacía mucho tiempo, y pensó en lo

joven que parecía en aquella foto, aun cuando aquél fuera a ser su aspecto para siempre. La había incluido en el grupo de Alumnos Destacados, y eso la enorgulleció, aunque

también podía tratarse de una broma pesada. No lo podía asegurar, pero tampoco es que le importase ya. Al fin y al cabo, se habían acordado de ella, y cariñosamente, además. El tiempo no tardaría en amarillear el periódico, pensó, y la fotografía se iría apagando, aunque, como es lógico, también lo harían las de los demás. Ella había estado allí, había vivido un tiempo. Y ahora eso le bastaba.

-Lo era -dijo Charlotte con calma.

-Pues parece que hiciste mella. ¿Qué eras? ¿Animadora o algo así? -preguntó Virginia.



-No exactamente -respondió antes de hacer una pausa y cambiar de tema-. Virginia, hay vidas largas y vidas breves, pero todas son iguales de importantes y todas deben tener un final. Lo de ahora es para siempre. He tardado mucho en darme cuenta.

Virginia rodeó con sus manos el cuello de Charlotte y la abrazó muy fuerte, y Charlotte supo que había hecho mella, ella también.

-Oye, menudo abrazo de oso. ¿Dónde estabas mientras yo me atragantaba con ese osito de goma?

Virginia no tuvo tiempo de preguntarle a qué se refería, por que en ese instante ambas repararon en la luz del proyector que, desde el interior de la clase de Muertología, se derramaba al exterior, al final del pasillo.

-Ya está -dijo Virginia nerviosa, estrujándole la mano a Charlotte.

-Así es -confirmó ésta, recordando que ella se había dicho exactamente lo mismo.

Charlotte la acompañó de la mano hasta la puerta y giró el pomo. Se asomó a la clase en

penumbra al girar y distinguió las siluetas de los alumnos, que aguardaban sentados. Le

pareció que había sido ayer o siglos atrás cuando ella pasó por allí.

Charlotte le hizo un gesto a la niña para que entrase y Virginia pasó al interior, sola. Al

cerrar la puerta, Charlotte oyó las palabras que le aseguraban que la pequeña iba a estar

bien.

-Bienvenida, Virginia. Te estábamos esperando

OPINION: FUE MUY BONITO DE QUE PETULA GANARA LA CORONA, PERO FUE MAS EMOCIONANTE CUANDO LE PLANTO EL BESO A DAMEN CREO QUE ESO SI ME GUSTO.

EPILOGO

ESTE DEBE SER EL LUGAR

Todo aspiramos a alcanzar un lugar mejor.
 
Charlotte se había pasado la vida, y la Otra Vida, tratando de alcanzar un lugar mejor hasta que finalmente cayó en la cuenta de que no había lugar que alcanzar, de que el mejor lugar estaba, y había estado siempre,en su interior. Ahora había cambiado y aquello en lo que se estaba convirtiendo compensaba con mucho lo que había perdido.

Por mucho que hubiese experimentado un desarrollo personal en su regreso a Hawthorne, Charlotte seguía sintiéndose sola mientras remontaba penosamente la boscosa ladera. Sabía que había hecho lo correcto al dejar atrás a Damen y Petula, y sus sueños de su infancia, paro aún sentía el mismo vacío en su interior. Podía no ser más que el temor a enfrentarse a Markov lo que la inquietaba. Después de todo, todavía iba a tener que dar un montón de explicaciones. Había puesto en peligro las vidas de otros.

Mentido, abandonado el complejo, faltando el trabajo. Todo y más. Las cosas podrían haber acabado muy mal. Sólo le quedaba esperar que Pam y Prue le hubiesen allanado el camino, aunque fuera un poco.
Todos estaban donde debían estar. Se había deshecho de Maddy, y al ayudar a Scarlet a ayudar a Petula, había puesto en contacto a Virginia con su clase de Muertología.